SOL Y SOLEDADES

SOL Y SOLEDADES. ANTOLOGÍA MÍNIMA

Editorial:
KALATHOS ESPAÑA
Año de edición:
Materia
Poesía
ISBN:
978-84-945702-8-5
Páginas:
188
Encuadernación:
Rústica
Colección:
KALATHOS
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Reseña de José Luis Morante

El cierre del itinerario biográfico de Ida Gramcko el 2 de mayo de 1994, tras un largo internamiento hospitalario que anunciaba el derrumbe cuando todavía no había cumplido los setenta años, sumía al devenir histórico de la poesía venezolana en una severa orfandad. Su ausencia asentaba en la conciencia del lector las coordenadas creadoras de un legado aglutinador, hecho con facetas como la poesía, el relato, la crónica en prensa, la dramaturgia y el ensayo. Pero el lugar principal que Ida Gramcko ocupa en el ámbito literario latinoamericano tiene su plaza principal en la obra poética. Una muestra de su amplia producción se recoge en la antología Sol y soledades, con selección y prólogo de María Antonieta Flores.


El prólogo descubre un avance significativo de las circunstancias personales de la escritora: la vocación temprana, su formación filosófica –tan perceptible en el enfoque de los poemas- y su dependencia afectiva del periodista José B. Benavides, compañero de viaje hasta su muerte en 1985. La actitud de Ida Gramcko personifica la asunción de un destino literario; concibe el camino vital enhebrado al poema, como un designio impuesto a la urgencia de ser; no puede entenderse de otro modo el recuerdo que fecha el primer poema a los tres años. Y que prosigue en el tiempo dando vida a los principales libros de la autora que obtuvieron numerosos reconocimientos, algunos tan destacados como el Premio Nacional de Literatura, en 1977, por su obra completa. El análisis e interpretación de esta escritura a cargo de María Antonieta Flores traza una senda central con este aserto: “Toda obra responde a un destino y una alquimia”; es un enunciado que adquiere la fuerza de un aforismo. Supone que la energía creadora emana de la propia identidad como principio genesíaco y se transforma en una resonancia profunda que pone cauce a la sensibilidad.
Frente al rupturismo vanguardista, siempre sometido a una fecha de caducidad temporalista de otras propuestas literarias, Ida Gramcko prefiere caminar sobre huellas asentadas. Como otros compañeros de la generación del 42 –aunque ella optó por la singularidad y el discurrir en solitario- recupera una estela tradicional hispanista que enlaza sobre todo con la mística y las sombras tutelares del Barroco.


El meditado acercamiento crítico de María Antonieta Flores no reduce el papel activo de cada lector al sondear el sedimento expresivo de esta obra que tiene su punto inicial en las composiciones de Umbral (1942), un cántico tejido a partir de la emoción que guarda afinidades estéticas con los libros siguientes, Cámara de cristal y Contra el desnudo corazón del cielo. pertenecientes a un mismo ciclo escritural, las composiciones de esta etapa dan voz a un discurso verbal intimista y reflexivo, con escuetas referencias culturales. Pero toda obra literaria es una senda cognitiva que va yuxtaponiendo espacios reflexivos; en las composiciones de Poemas (1952) la escritora nos deja una ontología de la percepción. Supone una transición entre el espacio subjetivo del yo y la presencia fuerte de lo exterior: “Metáfora increíble: / el silencio / a través de la cual tanto nos dicen / los objetos. / Ninguna cosa es un cerrado límite / todo puede ser nuestro, / descubrirse, / revelar su secreto”. La crítica ha resaltado con frecuencia esa dimensión filosófica que busca en la semántica una forma de responder a las continuas formulaciones de la incertidumbre. Pero esta indagación en el poema nunca es abstracta, mantiene siempre una lucidez precisa y un evidente desarrollo formal. En las composiciones de Ida el verbo mantiene un pulido formal que ensaya la rima y que hace de la métrica versal un elemento más de identidad literaria. El poema es orden, espacio limitado, construcción, simetría.


La lírica de Poemas muestra una alta coherencia en su arquitectura, recuerda un universo cerrado que contiene una alta plasticidad sonora, abierta a la sugerencia. De ella recupero esta poética inadvertida: “Recuérdate palabra, / como eres, como estás, pulcra y redonda, / no el agua más el agua y tras el agua / y con el agua sin más pie ni alfombra”.
El verso luminoso de Poemas impulsa a buscar en los siguientes libros otros recursos expresivos como el fragmento en prosa, empleado en Poemas de una psicótica; o el poema dramático La hoguera se hizo luz. El poema en prosa permite verbalizar intuiciones y retornar a un espacio interior donde duerme una potencia oscura que requiere un autoanálisis iluminativo. La expresión del dolor psíquico expande la conciencia hacia una superación trascendente; las palabras dan voz a un misticismo que enlaza con la vía iluminativa de la mística, o la poesía catártica de W. Blake. En esta dimensión poética de las tormentas del espíritu se abren pasadizos entre el mundo visible de la enfermedad y entidades etéreas y oníricas como el diablo o el ángel, en cuya configuración parece próximo el magisterio de R. M. Rilke, el autor de Elegías de Duino.
Los prosemas convierten la realidad en pulpa incolora; impregnada de angustia la propia sensibilidad femenina adquiere una condición nebulosa. El yo asomado al espejo es un rostro de bruma.
Con el poema homónimo de la antología Sol y soledades retorna la voz más clásica y tradicional. Una composición garcilasista recrea el canto celebratorio de la luz solar y sus cuajadas cualidades. La limpia claridad concede al ser un azul impoluto y una presencia pura y protectora que aleja de las sombras. Ese sol esplendente es también símbolo del fulgor amoroso que mana desde el interior para prodigarse como lumbre soñadora.

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