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MAY
05

Entrevista a Ednodio Quintero

Nelson Rivera entrevista a Ednodio Quintero para el Papel Literario de El Nacional a raíz de la reciente publicación de "Cuentos salvajes".
Entrevista a Ednodio Quintero

 

CUENTOS SALVAJES

Ednodio Quintero

Ediciones Atalanta, 2019

 

Texto de la entrevista


Nelson Rivera: En 1993 escribió “Kaïkousé, hacia un ars narrativa”. En mi lectura, un recorrido por la experiencia de la revelación. Más que lo sorpresivo, sus relatos parecen viajes hacia lo revelador. ¿Ha sido esa una de las líneas de su búsqueda?

Ednodio Quintero: “Kaïkouse”, que significa jaguar en lengua pemón, surge espontáneamente hace ya veintiséis años y es una especie de revisión de mi lugar en el mundo como escritor. Después de haber publicado en 1991 La danza del jaguar comprendí que el resto de mi vida lo dedicaría a la escritura. En este sentido, “Kaïkousé…” se podría leer como una revelación.

En cuanto a mis relatos, vistos en perspectiva, muchos de ellos son viajes a lo profundo de la conciencia. A decir verdad, no ha sido una línea deliberada de búsqueda, más bien se trata de encuentros afortunados. Creo que es lo que puede ocurrir cuando dejas que hable la conciencia.

La palabra viaje es para mí una especie de talismán. Cuando se discute acerca de las temáticas que suelen abordar los escritores es frecuente escuchar que estas se pueden reducir a dos: el amor y la muerte. Considero que existe una sola: el viaje. Pero no el viaje al quiosco de la esquina a comprar cigarrillos (que también es válida) sino el viaje como tránsito del alma por este planeta azul y hostil, desde la cuna hasta la tumba.

NR: Es usted cuentista y novelista, de amplia producción en ambos terrenos. Incluso ha publicado un libro, El arquero dormido –cinco novelas en miniatura, que sugiere la posibilidad de un género intermedio. Quiero preguntar, en su caso, por los límites entre cuento y novela.

EQ: Esta pregunta daría para un seminario o al menos para una amplia disquisición. Los límites entre cuento y novela en ciertos casos son bastante difusos. En lo que se refiere a la extensión, el ejemplo que se me ocurre es el de una de las primeras obras de César Airael vestido rosa las ovejas (sic), de 1986, conformada por “el vestido rosa”, definido como cuento, que abarca 90 páginas y “las ovejas”, definido como novela, con 60 páginas. En mi caso, sin atender a las tradicionales reglas en cuanto al tamaño de uno y otra (algunas limitan el cuento a un máximo de 30 cuartillas), tengo bien claro que el cuento es un objeto literario geométrico, preciso y precioso destinado a producir una sorpresa final, ojalá que alguna forma de estupor, en el lector. En la novela, en cambio, cabe todo un mundo. Las “novelas en miniatura”, al igual que las nouvelles, son instancias intermedias que permiten el ejercicio de la libertad de escribir en espacios reducidos.

Pero lo que cuenta en realidad, y hablo de mi experiencia personal patente en la última sección de Cuentos salvajes titulada “Lazos de familia” y en varios otros relatos de esta magnífica edición, pienso en “El corazón ajeno”, en “Un rayo de sol” y en “Owner of a Lonely Heart”, ha sido la posibilidad de haber roto el molde de los cuentos según las fórmulas consagradas por Poe, Schwob, Borges y Cortázar. Continúo en esa línea de ruptura, y en estos días de intensa oscuridad, cuando las tinieblas se ciernen sobre nuestro arruinado país, aprovecho la luz del día para escribir una serie de relatos distópicos ubicados en un imaginario medieval con continuas referencias a un presente desolador.

Lo que ahora busco en los relatos no es tanto sorprender al lector con un inesperado final sino indagar en el poder de las palabras para expresar sentimientos y, de paso, generar emociones. Estas ideas parecieran muy ambiciosas, y de hecho lo son. Para lograrlo o al menos intentarlo sigo el método del arquero zen: aquel que sale todas las noches, en particular las noches de luna llena, y que tensando su arco lanza flechas a la luna. Él sabe y nosotros también que nunca sus flechas darán en el blanco, pero quién sabe si acaso de tanto insistir se convertirá en el mejor de los arqueros.

NR: Enrique Vila-Matas ha escrito que mantenerse lejos de los focos mediáticos le ha permitido a usted acceder a un ideal: “ser puro texto, ser estrictamente una literatura”. ¿Podría comentar esta afirmación?

EQ: Siempre tengo en cuenta la confesión de Beckett cuando dice: “Escribí Molloy y lo que sigue el día que comprendí mi estupidez. Entonces me puse a escribir las cosas que siento”. De eso se trata. Si un escritor se infla como un pavo real, si se cree la mamá de Tarzán o se hace esclavo de los medios, está frito.

Enrique tiene razón, me he mantenido fuera de los focos mediáticos. Vivir en Mérida, lejos de las banalidades y el ruido de la capital, ha contribuido a ese alejamiento. En cuanto a las controvertidas redes sociales apenas mantengo una cuenta en Instagram (@ednodio) en mi condición de fotógrafo. Y sin asumir una falsa modestia, te diré que desde hace más de treinta años sigo un consejo de Milan Kundera cuando dice que “el novelista no tiene que rendirle cuentas al mercado sino a Cervantes” (cito de memoria). Creo que lo mismo se le podría aplicar al cuentista.

NR: Entre lo visual y lo auditivo, ¿Dónde se ubican sus relatos? ¿Pesa más lo visual? ¿Dónde queda lo táctil? ¿Administra el uso de los sentidos en sus relatos? ¿Hay relatos donde acecha el sexto sentido?

EQ: Mi primera pasión fue el cine. Lo visual siempre ha sido determinante en lo que escribo. Sin embargo, a menudo, deliberadamente, pongo atención a los cinco sentidos. Creo que ese fue uno de los “descubrimientos” o estrategias narrativas que más satisfacciones me ha generado. Fijarse en lo táctil, en los olores, en la resonancia del viento y de la lluvia, en las formas de un cuerpo femenino, por ejemplo, contribuye a crear un ambiente de gran riqueza sensorial. Es lo que sucede en La casa de las bellas durmientes, de Yasunari Kawabata, a mi juicio la novela más sensual que se haya escrito. Superior en cierto sentido a Lolita de Nabokov. En cuanto al sexto sentido, el lector se encargará de detectarlo.

NR; Usted nació en una región montañosa y se graduó de ingeniero forestal. ¿Ha tenido que luchar para que las fuerzas de la naturaleza y las pasiones humanas no devoren sus relatos?

EQ: Mi experiencia como ingeniero forestal fue muy enriquecedora, en particular el trabajo de campo que me llevó a conocer decenas de zonas de vida de mi país, y me permitió emprender viajes inolvidables a los bosques de Suriname, Francia y África. Contemplar desde cerca un cunaguaro al atardecer, dormir en una hamaca dentro de una choza de paja y escuchar al filo de la madrugada el rugido de un tigre, viajar en una canoa a medianoche por un río de las llanuras y observar el brillo de los pares de ojos de los caimanes que acechan en las riberas, son imágenes que perduran en la memoria, y que suelen regresar convertidas en literatura.

El lugar agreste de la alta montaña donde nací permanece en mi imaginario como una herencia ancestral y con frecuencia aparece en mis sueños e incluso en mis pesadillas. Siempre he pensado que haber nacido en un lugar apartado de la civilización, en un páramo yerto, sin electricidad ni agua corriente, sin carreteras (conocí el primer auto, un Jeep, a mis seis años cuando mi familia se mudó para Niquitao) ha sido un enorme privilegio. Aun cuando doy prioridad a lo imaginario, el recuerdo, para dar un ejemplo, de mis viajes en solitario montado en Plata, el caballo de mi padre, recorriendo distancias que ahora me producen vértigo y hablando con el caballo, es una experiencia espectacular que de alguna manera aflorará en la literatura.

En cuanto a las pasiones humanas, estas lo devoran todo.

NR: Por último, quiero preguntarle por la travesía que supuso para usted realizar la personalísima antología Cuentos memorables venezolanos, publicada en 2016. ¿Podría compartir qué significa para usted lo memorable?

EQ: En varias ocasiones me han cuestionado el hecho de que no haya hablado o escrito lo suficiente acerca de la literatura de mi país. Literatura que, de paso, conozco muy bien. Cuando Mariana Marczuk me planteó la posibilidad de hacer una antología del relato venezolano para Planeta Venezuela, acepté de inmediato con la condición de que se me diera luz verde en la selección de los cuentos y en consecuencia de los autores. Se trata entonces como tú dices de una antología personal. En cuanto al criterio de “memorables”, creo que lo expliqué en el prólogo. Memorable en el sentido de que cuando leí determinado cuento este me impresionó de forma especial dejando una huella profunda en mi memoria. Con esta misma idea estoy preparando una antología del cuento universal.

 

Tomado de el Papel Literario de El Nacional


 

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